lunes, 17 de octubre de 2011

En la escuela...

La experiencia colegial
La escuela atraviesa una etapa en donde lo que se daba por hecho, ahora resulta incierto. Los "colegiales! saben que hay que trabajar en la escuela, pero no saben el porqué. Son ellos mismos, quienes escapan a la adultez; la experiencia escolar comienza a ser vivida como una "tensión" constante.

Los juicios complejos
 Diversificación de las normas y de las expectativas
Los colegiales se ven dominados por una unidad normativa, regulada por la escuela y la familia. Es aquí donde entra en un mundo de “esferas de justicia”, lo que vale para esto, no vale para lo otro. Los alumnos denuncian el tratamiento diferencial que no se apoya en un criterio de justicia, por ejemplo, resultados escolares diferentes no deben recibir tratamientos diferentes. Cuando las esferas de justicia alcanzan el dominio personal, la falta suprema de un profesor es hacer público elementos de la vida personal de los alumnos. Cuando ocurre esto, los alumnos se sienten heridos y humillados.
La disciplina y la autoridad escolar, están basadas en parte, en el control de los espacios personales de los alumnos. “El punto es saber hasta qué punto el colegio puede otorgar y respetar un espacio privado”.
El principio de reciprocidad
La exigencia de reciprocidad, viene dada por una visión del establecimiento como un sistema político complejo. Los alumnos perciben influencias y autoridades entre los diversos actores del colegio.
“Respeto”: Se deben respetar a los profesores, pero ellos deben respetar a los alumnos. La relación pedagógica es igualitaria y supone respeto mutuo y equilibrio de sentimientos. Los colegiales piden respeto, creen no ser escuchados y terminan por reivindicar una dignidad absoluta. No protestan contra la autoridad, sino que exigen consideraciones personales y reciprocidad de actitudes.

Los estudios
Emergencia de las estrategias escolares
En el trabajo escolar, no basta con obedecer al maestro y respetar las consignas, hay que tener en cuenta que las evaluaciones varían según los profesores, las materias no tienen el mismo peso, el calendario de los controles se transforma y para esto se necesita desarrollar capacidades estratégicas. Se adopta el lenguaje del cálculo y las inversiones mesuradas, “el de los golpes”. Dentro del aula, los colegiales deben controlar sus actitudes, porque el docente no solo toma en cuenta las notas, sino también las apreciaciones, las conductas.
El futuro presente
El sentido de los estudios se desprende de una lógica de integración escolar y de identificación con el maestro. No es de gran motivación para los alumnos el sentido del trabajo escolar, o bien no se presentan con gran fortaleza. Ellos son:
·         Utilidad de diplomas (Se considera que hay mucha gente con diplomas pero están desocupados)
·         Interés intelectual (aparece la idea de vocación; los gustos de la infancia se disuelven con el contacto en el colegio con las materias, o los resultados escolares).
Surge la idea de motivación, la cual genera fuerzas propias que pueden dar energía para conducir a un trabajo.
La zanahoria y el palo
En muchos casos, se trabaja para obtener una recompensa externa al trabajo escolar mismo. A la recompensa, se le suma el castigo y la presión familiar. Bien o mal, es motivación para los alumnos.
Efecto docente: los profesores son un elemento importante de la motivación y del desaliento escolar. El interés en la materia, está directamente comandado por la relación con el docente. Es necesario que el profesor, manifieste un verdadero compromiso pedagógico.
Motivación por espanto: se piensa en las peores cosas que podrían suceder. El miedo convertido en angustia puede estimular, participar en la formación de una motivación.

Crecer
Los colegiales experimentan una verdadera tensión, hay una ruptura entre alumno y adolescente. Con la adolescencia se forma un si mismo, extraescolar, que a la vez afectan la vida escolar misma.
Grandes y pequeños
La adolescencia está muy afectada por los interrogantes, acerca del hecho de crecer. Ya no se vive en un mundo homogéneo, hay desajustes constantes entre la adolescencia y la infancia. Es en el colegio, donde se experimentan las disparidades de tamaño. Estas, hablan sobre las jerarquías de madurez. Esta última es un signo de distinción personal en el universo colegial.
Ser mayor, se asocia con ser más razonable, tener más seguridad, ser más independiente… los colegiales experimentan el deseo de seguir pequeños y crecer de golpe. Las parejas de grupos se hacen y deshacen según el grado de madurez. Algunos crecen y se acercan a los más pequeños para ser su protector. Este grado de madurez se manifiesta en los looks, vestimenta, grupos musicales, etc.
Chicas y muchachos
A la tensión de los tamaños hay que añadir la de los géneros. En el colegio, constantemente se oponen los sexos. Desde el punto de vista escolar, las chicas se ajustan más a las reglas y son más serias. Los muchachos se proyectan a futuro como jefes de hogar; estos forman parte de bandas, mientras que las chicas tienen afinidades más reducidas. Se describen tres tipos de chicas: las que no respetan nada ni a nadie, la niña bien y la “puerca que se acuesta con todos”. Los chicos son tontos, bien y no bien.
La subjetividad, se forma en el seno de múltiples estratos. La experiencia colegial está dominada por las diferencias de estratos y las tensiones.

Las pruebas colegiales
El colegial, debe distanciar la escuela y la familia. Debe construir un yo e identificarse con su grupo de pares. Los colegiales buscan autenticidad. La formación de un sujeto ya no precede de las expectativas escolares, sino de las tensiones entre las dimensiones de la experiencia escolar.
Tensión entre la integración adolescente y las normas escolares
La autenticidad individual se manifiesta en el rechazo a la obligación de un trabajo escolar, con sentido problemático. La adolescencia se inscribe como al revés del sentimiento de obligación escolar.
Ya no hay lógica de resultados escolares, el grupo de escolares se desprende de esta lógica.
En el colegio, se dan dos movimientos contradictorios:
·         Se consolida la idea de intercambiabilidad de los resultados individuales en función a la masa de trabajo.
·         Sobrevive la idea de que una nota mide el don y el fracaso es una prueba de idiotez.
Se cuestiona la autenticidad que se basa en la igualdad de todos. A medida que crecen, los alumnos se apegan al principio igualitario.
La autenticidad deseada y el conformismo juvenil
La subjetividad colegial es disociada. Por un lado, hay un hiperconformismo que se basa en la crítica moral a los adultos. Por otro lado, hay una defensa de la subjetividad que se siente amenazada y desestabilizada en el grupo de compañeros.
La autenticidad individual en conformismo de grupo, se ve reflejada en el cuerpo y en el look.
El cuerpo presenta gran incomodidad frente al grupo, muy distinto al look, cuya autenticidad es reconocida.
Con respecto al look es difícil sustentar la diferenciabilidad. En el contexto de las bromas, es donde se fortalece la tensión entre autenticidad y conformismo. Cuando aparece el no conformismo, el grupo mismo impulsa a la individualización. Por el contrario, mientras más se apega al grupo, menos posibilidad de desprenderse del conformismo adolescente existe. Es en este caso que el líder termina por perder su autenticidad, porque se somete a controlar el grupo.

El rostro
Es un mecanismo de protección y a su vez, un medio de reducción de la complejidad; se relaciona directamente con la intensidad de las pruebas colegiales.
El rostro y el “Hipócrita”
La experiencia escolar, obliga a que los escolares dominen las interacciones con la ayuda de un rostro. Se destaca una gran diferencia entre el rostro y l hipocresía. El primero, trata de ser falso para poder ser verdadero. Según la hipocresía, se trata de parecer verdadero, para ser falso.
El rostro puede convertirse en un medio para resistir los estereotipos negativos de los profesores. Es de esta manera que el rostro se convierte en una farsa.
El rostro y los sentimientos
La amistad: el adolescente está marcado por el sello de la confianza. La amistad adolescente convoca a esta, pero la lógica del rostro hace que la expresión sea difícil. Se distinguen dos amistades: la “pasiva” (donde el verdadero amigo es aquel que sabe que el otro está, definido por su dificultad de aceptarse por los límites de su desapego hacia los adultos, el que conoce el carácter aleatorio de su subjetividad) y “la activa” (el amigo participa en el proceso de construcción de la subjetividad gracias a la critica).
Al criticar a un amigo, se constituye una subjetividad más autónoma porque es capaz de afirmarse frente a los demás. Lo esencial de la amistad adolescente reside en la capacidad de aceptar una crítica de sí.
A través de la crítica amistosa, los colegiales construyen un mundo personal, privado, más autónomo.
El amor: por el amor, el adolescente recorre los extremos de su subjetividad... Es en la relación amorosa de los colegiales, donde nace un deseo de explorar su propio YO con la ayuda de un compañero. Aquí el individuo quiere ser amado y reconocido, pero teme ser abandonado. En el grupo, se insiste en la obsesión de la puesta en escena de la declaración de amor.
Con respecto al amor, los colegiales presentan dos lenguajes: un discurso “romántico” lleno de referencias sobre el amor entorno, y un discurso “terapéutico”, centrado en la necesidad de crecer.
El amor se torna interesante en la medida en que da seguridad y permite crecer.
Presa por la preocupación de salvar su rostro, la expresión del amor es una experiencia difícil. La mejor prueba de amor en el colegio es el silencio. Nada se opone claramente tanto al amor como el acecho ruidoso. El acecho apunta al grupo, el amor despega del grupo.
El amor es uno de los primeros “yo” del individuo contra el “nosotros” del grupo.

Un colegio del suburbio
El espacio relativamente homogéneo de la escuela primaria, cede su lugar a carreras escolares y sociales cortadas cuando los buenos alumnos y los menos buenos son repartidos en clases y redes que los conducen a caminos distintos.
Los colegios aparecen muy diferenciados entre sí.
Con respecto a los establecimientos y los contextos sociales, la experiencia colegial se presenta de manera muy diferente.
El colegio y el barrio
El colegio invadido
Situado en el corazón de un barrio de viviendas populares, es un pequeño establecimiento de menos de 300 alumnos que acumula a priori todas las dificultades.
Los resultados de los alumnos, sus comportamientos, su pasividad o agresividad son percibidas como expresiones directas de un barrio con “problemas”.
Los docentes, que sienten ser aplastados por los problemas sociales, sostienen que los padres no captan la importancia de los estudios u ostentan ambiciones desmesuradas. Esta sensación se mezcla con el abandono de niños a temprana edad, por parte de su familia. Los niños son a la vez culpables y victimas, como sus padres.
Los alumnos perciben que más que la pobreza, el barrio se caracteriza por la desorganización social. Las relaciones entre los grupos y entre las generaciones son a menudo agresivas. La lógica de los conflictos y las tensiones, descansa sobre una tacita ley de silencio, porque no hay ni que denunciar ni que caer en una pelea que no extinguirá fácilmente en el ambiente del barrio.
A consecuencia de esto, el colegio allí ubicado, tiene una mala reputación. El colegio no comprende al mundo de la calle, solo perciben desorden en un modo de vida que nos es solamente fruto de la miseria, sino también una manera de vivir juntos y de divertirse.
La declinación de las evidencias
E sentimiento de sufrir una “violencia escolar” se desarrolla dentro del colegio. Esta no es física ni simbólica. Es una violencia social, la que obliga a los alumnos a controlarse, movilizarse, interesarse a trabajar contando solamente con sus propias fuerzas.
La obligación escolar es vivida como una violencia por muchos alumnos que tienen miedo de las reprimendas paternas de los castigos, miedo que los padres sepan… pero ocurre en otros casos que los alumnos se quejan de la indiferencia familiar.
La escuela dice a los alumnos que no hay salvación fuera de los estudios, en todo caso que no hay salvación honorable y al mismo tiempo dice o sugiere, que probablemente no llegarán.
Crecer contra la escuela
Payasos y bufones
 La experiencia de los colegiales está organizada alrededor de una tensión central que opone los payasos a los bufones. Es un conflicto de estructura, de la experiencia escolar.
El payaso denuncia a la escuela y todo lo que procede de ella es nulo. Su honor reside en rechazar todo lo que provenga de la escuela. No solo no colabora, sino que destruye la situación escolar.  El payaso opone su “grandeza” a las normas escolares que hacen a los “pequeños”.
El bufón, es un verdadero colaborador. Elige a los profesores en contra del grupo, elige ser alumno y seguir siendo pequeño. Son aquellos que van con el cuento, que se pasan de obsecuentes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario